Algo más sobre la maleta o bolso de maternidad


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Con la maternidad, sobrevienen cambios que abarcan más allá de lo evidente y lo que acertamos a imaginar las mujeres. Cambian de forma notoria nuestro cuerpo, espacio vital y doméstico, y de manera sutil, pero no en menor escala, nuestra apariencia y hasta lo que llevamos en la bolsa de mano.

Alguna vez escuché a un gracioso decir que, para conocer a una mujer, bastaba con aprovechar un descuido y hurgar dentro de su bolso. Tampoco es que diera con el Santo Grial, pero debo admitir que en su exageración había algo de verdad.

Muchas llevamos el bolso a todas partes desde que íbamos en preescolar y su contenido –cambiante a través de nuestras edades– siempre será revelador. Los objetos en él hablan de la etapa por la que transitamos, nuestro estilo de vida e intereses, lo que en ningún caso será poca información.

Si bien para algunos el llevar este complemento se asocia principalmente a la indumentaria femenina y lo convierte en parte de un estereotipo de género, este accesorio es, a su manera, uno de los primeros espacios de intimidad conquistado por las mujeres.

En mi experiencia, el primero fue un regalo de mi abuelo que acepté con gusto, sorprendida de que un accesorio que les había visto a mi mamá y a mis tías, de pronto era tan pequeño que le iba perfecto a la estatura de mis cuatro años. Ahora, en un tardío examen de conciencia, me doy cuenta de que el motivo para adoptarlo casi en automático fue la idea de cargar las cosas que yo quisiera sin dar cuenta de ello a nadie y la sensación de autonomía que eso me daba respecto a mis padres.

Si fue o no una imposición dictada por los estereotipos, a mí me convino: en retrospectiva encuentro que los objetos que he guardado en mis bolsos narran una historia personal a la que, como intuí de niña, solo yo (y quien ahora me lee) accedemos.Los plumones, calcomanías y veinte pesos para el recreo que llevaba de rigor en mis primeros bolsos pasaron a ser una pluma, una libreta y un tomo del Quijote en secundaria, a los que se sumaron el rímel, el labial y, ahora, las pastillas de ácido fólico y alguna de mis blusas de maternidad de repuesto para estar cómoda en caso de tener que usar el atuendo formal por algún compromiso ahora que estoy encinta.
Como nos sucede a todas, pero también con objetos que representan la entrada de otros en nuestro ámbito privado, una empieza, casi sin notarlo, a cargar de ordinario la cartera de su chico y si es madre, el muñeco favorito de su hijo y algunos medicamentos, por si acaso, entre otras cosas indispensables, no necesariamente de uso personal. Así, por razones prácticas, el bolso de mano se agranda dejando de lado cualquier consideración estética.

Los plumones, calcomanías y veinte pesos para el recreo que llevaba de rigor en mis primeros bolsos pasaron a ser una pluma, una libreta y un tomo del Quijote en secundaria, a los que se sumaron el rímel, el labial y, al día de hoy, las pastillas de ácido fólico y alguna de mis blusas más holgadas para estar cómoda en caso de tener que usar el atuendo formal por algún compromiso ahora que estoy encinta.

Como nos sucede a todas, pero también con objetos que representan la entrada de otros en nuestro ámbito privado, una empieza, casi sin notarlo, a cargar de ordinario la cartera de su chico y si es madre, el muñeco favorito de su hijo y algunos medicamentos, por si acaso, entre otras cosas indispensables, no necesariamente de uso personal. Así, por razones prácticas, el bolso de mano se agranda dejando de lado cualquier consideración estética.

Pensando en esto, y previendo la llegada de una nueva etapa de mi bolso, pregunté a una amiga qué cosas debería cargar una cuando se encamina al hospital para dar a luz. Hay que llevar, según me dijo, varios paquetes de toallas femeninas extra largas para flujo abundante, artículos de higiene íntima, una faja posparto, sostenes y blusas de lactancia.

Su respuesta, tan puntual, iluminó para mí otra conclusión: aun siendo la maternidad el acontecimiento más importante en cierta etapa, además de las cosas del bebé y lo necesario para el posparto, una debe llevar en su bolso las pertenencias que, a ojos de quien se atreva a abrirlo, revelen quién es como mujer –la lectura en curso, un lápiz labial o aroma característico–; respetarle al bolso su cualidad de espacio de intimidad.

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